La familia del obeso

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La familia del obeso

Desde el nacimiento, el alimento constituye el primer nexo del recién nacido con su familia. Inicialmente se relaciona mediante la lactancia con la madre, y en la medida en que el niño va desarrollándose, el alimento se transforma en vínculo de comunicación o fuente de fricción, mostrando sus primeros intentos de manifestar autonomía al negarse a comer.

Así, el niño se percata pronto de que el alimento le proporciona poder sobre los padres y utiliza este mecanismo cada vez con mayor frecuencia, pues es premiado por éstos al ingerir sus alimentos predilectos o es castigado al rechazar los que le desagradan, e incluso los padres pueden usar el alimento como un incentivo.

Así, la influencia de los padres está relacionada, entre otros factores, con la adquisición de hábitos alimentarios y la actitud frente a la comida que el individuo presenta a lo largo de su vida. De esta manera, la selección de alimentos constituye una serie de conductas aprendidas y heredadas, y el hijo es el depositario de los gustos y formas de comer de la familia.

En algunos casos este desarrollo natural se ve perturbado por la incapacidad de los padres para acompañar este proceso, creando conflictos en el niño debido al grado de ansiedad que los padres le depositan, de tal forma que si en la familia hay un niño obeso quiere decir que de alguna manera el grupo familiar contribuye a esto, siendo el obeso el emergente del síntoma familiar.

Debido a que la tendencia del sobrepeso tiende a ser promovida a nivel familiar, dado que la comida se ofrece como señal de afecto o cuando se desea gratificar al otro, en estas familias es frecuente escuchar frases como “Te preparé esto para festejar”, “Te lo hice porque te quiero mucho”, y al obeso le resulta prácticamente imposible rechazar o limitar la comida. Cabe recordar que desde niño se le enseñó a “terminar todo lo que hay en el plato” para ser querido, se le premió o se reforzaron conductas a través del alimento y aprendió a satisfacer a los padres comiendo, por lo que tales conductas tenderán a persistir hasta la vida adulta, aunque en ciertos periodos del ciclo vital el obeso pueda lograr un control adecuado de su oralidad.

Existen perspectivas que apuntan a la familia como principal fuente que promueve el desarrollo de trastornos en la alimentación. Se ha reportado que el perfeccionismo y las exageradas expectativas de los padres respecto a los adolescentes contribuyen a que éstos desarrollen también altas expectativas respecto a sí mismos, en las cuales se incluye el cuerpo. Por otro lado, la aparición de estresores familiares (como muerte de abuelos, padres, seres queridos, cambios de casa, escuela, ciclos escolares, o inicio o fin de relaciones significativas con los pares, como noviazgo) pueden ser el factor desencadenante del trastorno alimentario.

Palazzoli 1978 destacó las alianzas encubiertas, la alternancia de la culpabilización, la falla en la resolución del conflicto y las distorsiones en la comunicación familiar. Las estructuras con sobreinvolucramiento afectivo parecen promover dificultades en el funcionamiento autónomo para el establecimiento de la identidad y resolver el proceso de individuación con la aparición de un sentido de ineficacia personal.

La sobreprotección de la familia parece contribuir en el retraso, el desarrollo y el buen desempeño de los hijos.

Desde un enfoque sistémico, el trastorno de alimentación puede ser visto como un intento de desviar los conflictos de la familia, en particular de la pareja, mediante la sintomatología, ya que los problemas entre los padres tienden a “desaparecer” en una postura de protección del paciente identificado. Como se señaló, un evento estresante a nivel familiar puede ser el factor precipitante. Las familias con una estructura rígida, con poca flexibilidad y capacidad de adaptación, han sido el marco en el que se presentan conductas alimentarias problemáticas.

 El que cada vez sea mayor el número de madres de familia que tienen que salir a trabajar, teniendo que dejar solos a los hijos, genera en ellos la sensación de abandono (real o imaginaria), por una parte, y por la otra la necesidad de comer solos sin ninguna supervisión, por lo cual el ritual de la comida pasa a un segundo plano dentro de las prioridades en la vida de un adolescente.

obesoFamilias donde todos sus miembros son obesos

En estas familias la patología en la interacción familiar gira en torno al alimento. La comida está sobredimensionada y sirve como medio de comunicación o instrumento de interacción; estas pautas anormales y perturbadas compartidas en el grupo familiar tienden a reemplazar las manifestaciones afectivas.


Bruch señala que los miembros de este tipo de familias tienden a tener un mejor ajuste intrafamiliar, ya que se relacionan y establecen vínculos al compartir el momento de la compra, preparación e ingestión del alimento, lo cual, por supuesto, no es compartido por el contexto extrafamiliar, y es ahí donde surge el desajuste del obeso.


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