Como elaborar la Economia de Fichas

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Un programa en que un grupo puede ganar fichas por emitir conductas deseables, y cambiarlas luego por reforzadores de apoyo se denomina economía de fichas.

Existen dos ventajas principales en el uso de fichas como reforzadores: en primer lugar, pueden darse inmediatamente después de que la conducta deseable tenga lugar y cambiarse más tarde por el reforzador de apoyo.

Como elaborar la Economia de Fichas

En segundo lugar, las fichas que se emparejan con muchos tipos distintos de reforzadores de apoyo se convierten en reforzadores condicionados generalizados, y por eso su fuerza no depende de una operación de motivación específica. Esto hace más fácil la administración efectiva de los reforzadores cuando se trabaja con un grupo de personas con diferentes estados motivacionales.

Decisiones sobre los objetivos conductuales 

Las conductas meta se decidirán fundamentalmente de acuerdo con el tipo de personas con que se está trabajando, atendiendo a los objetivos que se persiguen a corto y largo plazo, y de acuerdo con los problemas conductuales específicos que interfieren con la consecución de estos objetivos. Por ejemplo, para un profesor de un grupo de primaria un tanto indisciplinado, los objetivos serían muy probablemente enseñarles a leer, escribir, sumar, restar y a ser capaces de entablar interacciones sociales constructivas.

Los objetivos incluirían acciones implicadas en estas habilidades, o serían prerrequisitos para alcanzar estos comportamientos, y deberían definirse con la suficiente claridad como para que los alumnos sepan qué conductas se esperan de ellos y para reforzarlas de manera contingente cuando tengan lugar. Por esto, al menos una de las conductas objetivo en este caso sería «estar sentados y tranquilos cuando el profesor da las instrucciones». 

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Una meta más avanzada sería «resolver los problemas correctamente en el cuaderno». Cuanto más homogéneo sea el grupo con el que se trabaja, más fácil será estandarizar las reglas concernientes a las actividades específicas que se reforzarán y al número de fichas que se entregarán. Desde esta perspectiva, es preferible que los integrantes de los grupos con quienes se está manejando la  economía de fichas posean el mismo grado de pericia en el ámbito de interés (p.ej., personas con trastornos severos del desarrollo). No obstante, incluso cuando se trabaja con grupos homogéneos, es necesario establecer reglas específicas de reforzamiento para los participantes conforme a sus necesidades específicas. Esta demanda de programas individualizados se suma a la complejidad de la administración de una economía de fichas, pero las dificultades resultantes no son tan serias si el número de aplicaciones individualizadas radicalmente diferentes que hay que manejar simultáneamente no es muy grande. 

La asignación de casos particulares a grupos especiales de tratamiento puede ser una forma eficaz de solucionar el problema de la personalización de las intervenciones en determinados entornos.

El registro de las líneas de base

De la misma forma que se hace antes de empezar con otros procedimientos, en este caso también hay que obtener los datos de la línea de base correspondientes a las actividades que se pretenden intervenir. Podría darse el caso de que los clientes ya estén rindiendo a un nivel satisfactorio y que los beneficios potenciales de iniciar un programa de economía de fichas no justifiquen el tiempo, esfuerzo y coste que acarrearían. Después de aplicar el programa, la comparación de los resultados con los datos de la línea de base permitirá determinar su eficacia.

La elección de los reforzadores de apoyo Los métodos para seleccionar qué se usará como reforzador de apoyo son en esencia los mismos que los manejados para elegir cualquier otro reforzador. Hay que tener en cuenta, no obstante, que un sistema de fichas permite por lo general aumentar la variedad de reforzadores ofertables, ya que no tienen que limitarse a aquéllos que puedan entregarse inmediatamente después de la respuesta deseada.

Al considerar qué reforzadores dispondremos, tendremos que extremar la cautela para evitar problemas éticos. 

Después de establecer cuáles van a ser los reforzadores de apoyo y cómo se van gestionar, debiera considerar el método general de entrega. Disponer de una tienda, despacho o mostrador es esencial para la mayoría de programas de economía de fichas. En una aplicación pequeña, como un aula escolar, cualquier contenedor en la mesa de los profesores u otra ubicación podría servir de tienda. En una economía de fichas más grande, el mostrador suele ser mayor y ocupa una o varias habitaciones. Al margen del tamaño de la tienda, se debe mantener en todo momento un sistema de registro de las compras e inventario, sobre todo de los bienes muy demandados, para no exceder el presupuesto disponible.

Elección del tipo de fichas

Las fichas, al igual que el dinero, adoptan formas muy diferentes: cheques personales, entradas en una libreta de ahorros, marcas en una tabla en la pared o en cuadernos que lleven los clientes, pegatinas, estrellas o sellos. Éstas y otras muchas posibilidades podrían encajar en la economía de fichas concreta dependiendo fundamentalmente del tipo de usuarios con que esté trabajando.

elaborar economia de fichasEn general, las fichas debieran ser atractivas, ligeras, transportables, perdurables, fáciles de manejar y por supuesto, difíciles de falsificar. Si se usan dispensadores automáticos de reforzadores de apoyo, hay que asegurarse de que las fichas harán funcionar la máquina. Habría que cerciorarse también de que se dispone de una cantidad suficiente fichas y a este respecto, Stainback, Payne, Stainback y Payne (1973) sugieren contar aproximadamente con 100 fichas por niño cuando se empieza una economía de fichas en un aula.

Hay que disponer también de los accesorios necesarios para manejar y almacenar las fichas. Por ejemplo, los escolares de primaria necesitarían cajas, bolsas o estuches en que guardar las fichas que ganen.

PROCEDIMIENTOS ESPECÍFICOS DE APLICACIÓN

Antes y durante la implementación de una economía de fichas existen, como en cualquier programa nuevo, varios procedimientos entre los que elegir conforme a la siguiente clasificación:

economia de fichasCómo registrar los datos: a este respecto interesa concretar el tipo de hojas de datos que se va a usar, quién va a recoger los datos y cuándo se va a hacer el registro.

El agente reforzador: es importante decidir quién va a administrar el reforzamiento y para qué conductas. 

Además, hay que tener cuidado para asegurarse de que las fichas se conceden siempre de forma positiva y evidente, inmediatamente después de la emisión de una respuesta deseada. Conviene sonreír amablemente con gesto aprobador al entregar la ficha y comunicar a los participantes (al menos en las etapas iniciales) la razón por la que están recibiendo la ficha.

Número o frecuencia de las fichas que se entregan: hay varias consideraciones importantes acerca de la cantidad de fichas que hay que dar por una conducta concreta. Un aspecto a ponderar es la etapa de la economía en que nos encontramos y cuán acostumbrados están los consumidores a recibir fichas. Stainback y sus colegas (1973) recomiendan que entregar entre veinticinco y 75 fichas por niño el primer día no resulta excesivo en la economía de fichas de una clase. Recomiendan también que el número se reduzca gradualmente hasta quince o 30 por día. 

También habrá que reflexionar sobre el valor terapéutico de la conducta que se está reforzando y la probabilidad de que los clientes la mantengan sin las fichas. Para ilustrar estas consideraciones, contamos con el Proyecto Experimental de Vida (Experimental Living Project) de la Universidad de Kansas en que se decidió que los universitarios recibirían fichas por ejecutar tareas domésticas en los dormitorios, en cantidad proporcional al tiempo invertido en la correcta realización de las mismas (Johnson, Welch, Miller y Altus, 1991).

Manejo de los reforzadores de apoyo: en este punto hay que considerar con qué frecuencia estarán disponibles los reforzadores de apoyo (es decir, con qué frecuencia se va a programar el «horario de la tienda»). Al principio, la frecuencia debería ser alta e ir reduciéndola posteriormente de manera gradual. Para los niños en edad escolar, Stainback, Payne, Stainback y Payne (1973) recomiendan que el horario de intercambio se mantenga dos o tres veces al día durante los tres o cuatro primeros días y luego se reduzca poco a poco hasta que quede establecido en una apertura semanal (la tarde del viernes), a partir de la tercera semana de la economía de fichas.

También es necesario decidir cuántas fichas equivalen al reforzador de apoyo. Además del coste monetario, que es la consideración más obvia, hay otros dos factores a tener en cuenta. Uno es la oferta y la demanda. Esto es, los objetos para los que la demanda sea más alta que la oferta tendrán precio más elevado y aquellos en que la oferta supere a la demanda costarán menos. Esto ayudará a mantener un suministro adecuado de reforzadores efectivos y a optimizar la utilización de la potencia de los reforzadores de apoyo.

El otro factor a ponderar es su valor terapéutico y por ello, siempre habrá que cobrar poco por los reforzadores beneficiosos para los clientes. Lo cual además contribuirá a que éstos se familiaricen con las recompensas. Por ejemplo, si los usuarios tienen que mejorar sus habilidades sociales pagarán muy pocas fichas por la autorización para ir a una fiesta, debido al alto valor de las conductas que podría desarrollar mediante la participación en ese acontecimiento.

Posibles contingencias de castigo: el uso de fichas proporciona la posibilidad de aplicar multas como castigo por conductas inapropiadas. Desde un punto de vista ético, este tipo de castigo podría preferirse frente al castigo físico o al tiempo fuera. Como en todos los tratamientos punitivos, habría que extremar la limitación de su uso y aplicarlo sólo excepcionalmente para conductas claramente definidas.

Si se multa en una economía de fichas, es necesario añadir contingencias de ensayo para enseñar a los clientes a aceptar las sanciones sin reacciones emocionales o agresivas. Phillips, Phillips, Fixsen y Wolf (1973) describen estas contingencias para su economía de fichas con jóvenes pre-delincuentes, en que las multas probablemente ayudaron a enseñar a los chicos una habilidad social importante: cómo aceptar reprimendas de los agentes de la ley.

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