Introducción a la hipnosis

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Introducción a la hipnosis


La hipnosis es una técnica para inducir un estado especial de conciencia. En ese estado la concentración del paciente se centra cada vez más en imágenes sugeridas, ejecuciones ideomotoras y percepciones sensoriales. La memoria y la conciencia se reducen o se aumentan para permitir un viaje hacia el pasado o el futuro. Este estado se llama trance. La hipnosis puede llevar a la hipermnesia (aumento de memoria), pero esta memoria puede que no sea precisa aunque el paciente confíe en la exactitud de su recuerdo (Sheehan, 1988). La hipnosis no es una técnica para inducir sueño, pese a que el nombre hipnosis procede de la palabra griega hypnos, que significa «sueño».

Cuando considere la utilización de la hipnosis, hágase estas tres preguntas: ¿Qué grado de hipnotizabilidad presenta el paciente? ¿Cómo debería inducirse la hipnosis? ¿Cuán profunda debe ser la hipnosis?

1. ¿Qué grado de hipnotizabilidad presenta el paciente? 

Con 50 min disponibles para completar una entrevista hipnótica, usted no desea fracasar con un paciente que es difícil de hipnotizar. Como hemos indicado, la mayoría de los pacientes con disfunción de conversión o disociativa son fáciles de hipnotizar, pero deben experimentar un conflicto de autoridad con usted y resistirse a sus habilidades hipnóticas. Por lo tanto, es aconsejable probar previamente la hipnotizabilidad del paciente o la capacidad de trance. Probar la hipnotizabilidad es también una buena manera de hacer sintonizar al paciente con el proceso hipnótico. 


2. ¿Cómo debe inducirse la hipnosis? 


Una vez que usted ha determinado que el paciente es hipnotizable, seleccione el método que mejor satisfaga el nivel de bienestar tanto de usted como del paciente. Los hipnotizadores han descrito cierto número de técnicas de inducción, entre las que se incluye la relajación progresiva, la progresión numérica, la fijación de los ojos, la levitación de brazos, la imaginería guiada, el sueño para el trance hipnótico (Wright y Wright, 1987) y el entrenamiento autógeno (Schultz, 1969). A continuación sigue una breve descripción de estos siete métodos.

La relajación progresiva enseña al paciente a concentrarse en los músculos de cada parte del cuerpo, subiendo de los pies hacia el cuero cabelludo, sugiriendo que el paciente tense y relaje cada parte. La progresión numérica combina una imagen (p. ej., el paciente sentado en una silla cómoda sobre una plataforma móvil como las de los aeropuertos) con postes numerados del 20 al 1. La silla que se mueve pasando los. números en escala decreciente representa la progresión del paciente hacia el aumento de relajación, lo que prepara al paciente para la futura tarea (Wright y Wright, 1987).

En la fijación de los ojos se induce la hipnosis pidiendo al paciente que fije sus ojos en un punto definido como una luz o el dedo del hipnoterapeuta. El hipnoterapeuta sugiere entonces que libere esta tensión de los ojos bajando los párpados y a través de la relajación general del cuerpo y de la mente (Wright y Wright, 1987).

La levitación de los brazos inculca al paciente la idea de que puede experimentar hipnosis a través del ascenso inintencionado del brazo como resultado de un pensamiento o una imagen sugeridos por el terapeuta (Wright y Wright, 1987).

La imaginería guiada se utiliza para inducir el trance en pacientes que pueden imaginar bien. El hipnoterapeuta sugiere al paciente que imagine un ambIente donde se sienta seguro y tranquilo (p. ej., su hogar) (Wright y Wright, 1987).

El sueño para el trance hipnótico se utiliza en niños en combinación con un programa terapéutico durante el día. El terapeuta (o padre entrenado como terapeuta) susurra al oído del niño sugestiones en relación a un comportamiento deseable durante el día en el tiempo de transición entre el sueño y la vigilia (Wright y Wright, 1987).

¿Cuán profunda debe ser la hipnosis? 


Los hipnoterapeutas miden la profundidad del trance hipnótico mediante el grado de sugestionabilidad que el paciente demuestra. Existen tres niveles: leve, medio y profundo.

Un trance leve se reconoce por la consecución de cambios ideomotores, como es el brazo flotando o volviéndose pesado. Este estadio de relajación con frecuencia es suficiente para permitir que el paciente revisualice las circunstancias que activaron la disfunción de conversión. El nivel medio conlleva además cambios sensoriales (p. ej., parestesias, analgesias, anestesias), amnesias parciales y cumplimiento posthipnótico sencillo. El nivel profundo muestra cumplimiento posthipnótico; alucinaciones visuales, auditivas y táctiles; distorsiones de tiempo; regresión de edad; hipermnesia Conversión o amnesia selectiva; anestesia profunda, y trance con los ojos abiertos (Spiegel, 1975).

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