Muerte Cerebral: Una condición Irreversible
Muerte Cerebral: condición Irreversible
La muerte, con su carga ética, emocional y religiosa, sigue siendo uno de los procesos naturales más complejos y temidos por la humanidad. Y uno de los aspectos más difíciles es precisamente, el tener que enfrentar la muerte de un ser querido, especialmente si es una muerte encefálica.
A raíz de un documento emanado por la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard en 1968, se establecieron los criterios médicos de muerte encefálica, la cual se diagnostica a partir de la paralización irreversible no solo de las funciones cerebrales sino también de las del tallo encefálico. A partir de ese colapso de las células de la parte superior del sistema nervioso central entonces sucede el cese de funciones del resto de los órganos del cuerpo humano.
Apartando las distintas creencias religiosas, filosóficas y en fin, culturales, sobre la muerte, cabe mencionar en este punto una afirmación contenida en un documento de 2008 de la Academia Pontificia de Ciencia: “la muerte cerebral… ‘es’ la muerte”, de allí deriva la importancia de diferenciarla de otros estados neurofisiológicos que podrían camuflarse como muerte. Lo cierto es que, para tranquilidad de los seres humanos, declarar una muerte encefálica es un hecho que debe cumplir múltiples criterios clínicos.
MÚLTIPLES SIGNOS
Para el doctor Felipe Pretelt, neurólogo jefe de la Unidad de Neurología Clínica de la Universidad Javeriana en Bogotá, esos criterios diseñados por la comunidad médica garantizan un diagnóstico certero, que no permite que estados como el coma profundo, la hipotermia y la intoxicación por sustancias depresoras del sistema nervioso central -como los barbitúricos-, sean confundidos con muerte encefálica.
¿Cómo no equivocarse? Pretelt refiere que existen diversas pruebas que diferencian a la muerte encefálica de otros estados. Si hay respuestas reflejas por más pequeñas que sean -entre ellas tos o náuseas- o respuestas a estímulos, si existe algún patrón respiratorio o si el paciente respira sin ventilador aunque sea seis veces por minuto, hay alteraciones en la presión arterial, en el ritmo cardíaco y algunos movimientos oculares, entonces se está frente a un cuadro de coma o a un estado vegetativo en el que el tallo cerebral todavía está activo y funcional.
En los casos de muerte encefálica el cerebro no muestra ninguna actividad eléctrica, y eso es fácilmente detectable por medio de una encefalografía; por lo tanto no hay conciencia, no hay reflejos, no hay respiración, ni actividad cardíaca sin asistencia, no hay movimientos oculares y se pierde el control de la temperatura.
La Ley sobre donación y trasplante de órganos, tejidos y células en seres humanos recientemente entrada en vigencia en Venezuela así lo recalca, la muerte encefálica se identifica mediante cuatro criterios: pérdida irreversible del estado de conciencia, ausencia de respuesta motora y reflejos, ausencia de reflejos propios del tallo cerebral y apnea.
El experto recomienda buscar
asesoría psicológica que los ayude a trabajar el dolor, la angustia y la
ansiedad, ya que en casos como este la familia naturalmente se desestructura.
Generalmente los recintos de salud tienen a disposición personal calificado que
puede asistir a los familiares durante este proceso inicial de elaboración del
duelo. Para Álvarez, ese duelo es de
carácter individual y comprende fundamentalmente según las teorías de Kübler
Ross, cinco etapas que varían en intensidad de persona a persona: negación o
resistencia a aceptar la muerte, ira frecuentemente acompañada de frustración,
negociación o llegar a un acuerdo consigo mismo o con un ser supremo, depresión
marcada por una profunda tristeza y aceptación en la que el individuo, aunque
no olvida, se deshace del sufrimiento.
Hay quienes necesitan más tiempo que
otros para poder procesar la muerte de un familiar o amigo, sin embargo deben
cumplirse todas estas etapas en las que los mecanismos de defensa personales
actúan para preservar la estructura natural de la psique individual para, como
en todo conflicto, poder lograr una resolución adecuada. Si una persona se
estanca en una etapa del duelo, deberá buscar ayuda psicológica adicional, para
lograr superarlo.
Álvarez destaca la importancia de atacar cualquier problema
individual que pueda presentarse en el camino, y llegar a la etapa de
aceptación de la muerte del otro de la forma más armónica posible. Al final, la
vida continúa para quienes se quedan.
LA IMPORTANCIA DE LA HISTORIA
Por otra parte, Pretelt señala la importancia de investigar
o conocer la historia clínica del paciente. Si la causa primaria de la
situación es una encefalitis, una trombosis, una meningitis, una hemorragia o
un infarto cerebral, un trauma craneal o un tumor cerebral, es indudable el
diagnóstico. Si no se conoce la historia clínica, entonces harán falta las
pruebas correspondientes de reflejos y apnea, y además descartar patologías y
estados que provoquen alteraciones en la temperatura corporal o que depriman
las capacidades reflejas. En estos casos hay que esperar tiempos prudenciales
para que el cuerpo se desintoxique tras el abuso de sustancias o del efecto de
los medicamentos usados en los tratamientos clínicos, y poder diferenciar si se
está o no frente a un caso de muerte encefálica.
La ley venezolana exige descartar hipotermia, intoxicaciones
irreversibles, alteraciones metabólicas, shock y uso de sedantes o bloqueadores
neuromusculares y hacer pruebas encefalográficas, potenciales evocados de tallo
cerebral, test Doppler y arteriografías cerebrales.
Para seguridad de los familiares, y aunque varía un poco
según la legislación de cada país, el protocolo clínico exige que el
diagnóstico de muerte encefálica sea realizado por dos (o tres médicos en el
caso venezolano) en tiempos diferentes. Si todos llegan a la misma conclusión,
tras practicar las mismas pruebas y habiendo esperado un lapso prudencial entre
ambas, entonces se procederá a establecer la muerte cerebral.
Tras el diagnóstico se retirarán las máquinas y los sistemas
de soporte que mantienen en funcionamiento artificial al resto de los órganos y
que producen la “apariencia” de vida, y se producirá el colapso natural de los
mismos. Vale acotar en este punto que esta acción no es eutanásica ya que la
falla multiorgánica del cuerpo se debe a la muerte cerebral y no a la
desconexión de los ventiladores.
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