Cuando la comida sustituye al amor
es un libro sobre la intimidad tal como
se la ve a través del filtro de la
compulsión, y es un libro sobre los
miedos y las alegrías que nacen al retirar ese filtro. No es un libro típico
de autoayuda, en el sentido de que no da
listas de ejercicios específicos ni ofrece
orientaciones para una práctica
cotidiana. La información se revela en el
relato. Es un libro que —tal es mi
esperanza— inspirará en los lectores el
recuerdo y el reconocimiento de
aquellos fragmentos de su vida a los que
ha restado importancia, excluyéndolos y
olvidándolos. Estos fragmentos afectan
profundamente a la forma en que
comemos y amamos, y no nos dejan
vivir con creatividad y pasión,
respetándonos a nosotros mismos y
creyendo en nuestra propia efectividad.
La primera vez que me enamoré estaba
en sexto grado. Él se llamaba Martin
Levy y estaba terminando la escuela
secundaria. Tenía unos fuertes músculos,
gruesos como cuerdas, unos ojos de
color de ágata y un rostro que reflejaba
los días del verano. Por Carnaval le
pedí que se casara conmigo, y me dijo
que sí. Entramos en la caseta de
matrimonios, que estaba decorada con banderolas rojas y blancas de papel, y el
profesor de ciencias sociales, el señor
Ogden, nos declaró marido y mujer.
Martín me apretó la mano, yo me
ruboricé y después él me besó... En los
labios. Yo enmarqué nuestro certificado
de matrimonio y lo colgué al lado de mi
cama para que formara parte de mis
sueños. Y ponía continuamente un disco
con una canción de los Pony Tails hasta
que mi hermano me lo rompió en dos
porque ya no aguantaba seguir oyéndolo...
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