Desarrollo del lenguaje infantil

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El desarrollo del lenguaje se produce en paralelo con el desarrollo neuromadurativo del niño, y al mismo tiempo es un fiel reflejo de éste. Aunque existe una gran diversidad de lenguas, en todas ellas el desarrollo del lenguaje a partir del nacimiento se realiza de igual manera, según la teoría del innatismo del lenguaje. Sin embargo, el mayor o menor grado de estimulación que reciba el niño puede - no obstante enriquecer el desarrollo del lenguaje, ya que los ambientes con mayor grado de estimulación activan más los procesos de mielinización y sinaptogénesis. Podemos distinguir dos etapas en el desarrollo del lenguaje: el período prelinguístico que finaliza al final del primer año de vida y el lingüístico a partir de ese momento.



Principales hitos en la adquisición del lenguaje infantil



Período prelingüístico

A) Período de la comunicación no verbal: Durante los primeros tres meses de vida el desarrollo del lenguaje está estrechamente relacionado con el proceso de socialización. Aunque sólo emite gritos y sonidos guturales de tipo vegetativo, sin embargo desde las primeras semanas el niño empieza a establecer contacto no verbal con sus familiares, mediante gestos e interacción visual y auditiva.

Aunque el grito no tiene valor lingüístico, cuando el niño descubre su influencia en el entorno, tanto el grito como el llanto se convierten en instrumentos de apelación más que de comunicación. Mucho antes de que empiece a utilizar los primeros vocablos con significación, el niño es capaz de relacionarse con los adultos a través de gestos, expresiones faciales y mímica en general. Posteriormente empieza a reaccionar frente a estímulos verbales volviendo la cabeza, siguiendo el rastro ocular hacia la persona que le habla, o reaccionando activamente ante voces conocidas. El bebé es capaz de prestar atención selectiva frente a los estímulos auditivos, manteniendo el contacto facial o evitando la mirada.

B) Fase de balbuceo: A partir de las 12 semanas aparecen los primeros sonidos vocálicos, así como la respuesta a los gestos de los adultos mediante sonrisas. A los 4-6 meses el niño inicia la emisión de sonidos consonánticos, emitiendo el "balbuceo canónico". Inicialmente el balbuceo es reduplicativo y posteriormente pasa a ser no reduplicativo y acompañado de jerga expresiva. 

El balbuceo infantil puede aparecer en situación de reposo, aunque a veces se produce en respuesta a las palabras de la madre, como si se tratara de una especie de aparente diálogo Algo más tarde, sobre los 6-8 meses realiza el silabeo ecolálico, caracterizado por la frecuente repetición de patrones sonoros. Algunos autores denominan a este fenómeno lalaismo, siendo una etapa de gran importancia porque permite la adaptación social al medio. A partir del sexto mes la lengua materna imprime influencia definitiva en la actividad vocal del niño.

El balbuceo sigue siendo, no obstante, una manifestación prelingüística que utiliza los órganos fonatorios para producir vibraciones, gargarismos, chasquidos o sonidos silbantes. 
Los niños con sordera congénita también producen este tipo de sonidos, lo que confirma que no están necesariamente provocados por estímulos auditivos.

Período lingüístico

A) Fase bolo frástica: En el primer año de vida se desarrolla la fase holofrástica, que se caracteriza porque el niño utiliza una sola palabra pare referirse a hechos u objetos distintos, aunque sin embargo relacionados entre sí. Cada palabra se corresponde con una emoción y el niño emplea las mismas palabras para referirse a diferentes situaciones. Una misma emisión con parecida entonación puede tener el significado de verbo, adjetivo o sustantivo.

B) Fase locutoria: A partir de los dos años el lenguaje infantil empieza a adquirir una progresiva objetividad, gracias a que es capaz de emplear de manera diferencial los elementos de la frase, dando comienzo la significación. Su vocabulario pasa de 100 palabras a los 20 meses a más de 1.000 a los tres años. A los 30 meses puede comprender numerosas órdenes y es capaz de preguntar el nombre de las cosas. A los tres años mantiene el estilo telegráfico, pero construye frases de más de dos palabras, lo que hace su lenguaje inteligible para el adulto.

Fuente: Neuropsicologia Infantil


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